Nunca he pedido un crédito

Caso Nro. 3

Paz Vial, dueña de Cerámicas P.Vial:


Entre maceteros, floreros, velas y cuadros son más de seis mil las piezas que fabrica mensualmente el taller de la ceramista Paz Vial (47 años, diseñadora gráfica, casada, dos hijas). Seis mil piezas que la convierten en una de las productoras artesanales más grandes de Chile, que recibe a clientes particulares, abastece a las principales tiendas del ramo en Santiago y desde hace diez años entrega el 30% de su producción a Falabella, para la que crea una colección de invierno y otra de verano.

Para Paz, han sido veinte años de arduo trabajo para hacer crecer un negocio que partió en el garaje de su casa, en 1986 cuando ella, su marido y sus dos niñitas venían recién llegando de Estados Unidos. Allá, mientras su esposo estudiaba un MBA, tomó algunos cursos de cerámica. De vuelta en Chile, encontró en esta técnica una oportunidad de satisfacer su «necesidad de hacer algo. No quería quedarme encerrada en la casa. Busqué modelos e hice cada molde a mano, con greda. Me compré un horno y empecé a crear mis primeros ceniceros y bandejas». Su primera remesa fueron diez piezas, que ofreció a varias tiendas de decoración. «Las compraron y se vendieron… Con esa plata me hice el capital. Nunca tuve que pedir un crédito», relata.

Sólo al quinto año, cuando se cambió a un pequeño galpón y tuvo que contratar a un ayudante, sintió que su hobbie había tomado la forma de una empresa. La empezaron a llamar de otras tiendas y llegaron clientes a los que les habían dado el dato de su trabajo. A medida que comenzó a incrementar su producción, también vinieron los primeros obstáculos: «Fue la época en que empezaron a llegar millones de cosas de cerámica muy baratas. No fue tan dramático, pero tuve que cambiar la línea: yo estaba dedicada a hacer pocillitos y cosas chicas, pero cuando entró esta competencia pensé: si sigo con pocillos, me muero de hambre, porque ellos los venden a $200 y yo no puedo hacer eso. Tengo que hacer lo que los otros no puedan traer».

Al décimo año, junto con cambiarse al galpón donde están hoy, se asoció con Falabella. Eso fue para Paz una señal de que su trabajo ya estaba consolidado, y así lo hace notar: «Junto con tener diseños y colores exclusivos, mis productos llevan mi nombre, que ya es una marca reconocida, pero igual me preocupo día a día de que las cosas salgan bien».

Hoy trabaja con un equipo de nueve personas. Además de llevar sola toda la administración de la empresa, diseña y crea cada uno de los colores que se usan en sus colecciones, mientras sus trabajadores llevan a la práctica lo que ha ideado. Una vez al año viaja a las ferias de decoración internacionales a recoger tendencias que le permitan renovar sus líneas. Por ahora está tranquila, y su meta, más que expandirse, es seguir facturando crecientemente números azules. «No es que me esté durmiendo en los laureles, pero me siento absolutamente consolidada».

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